¿Quién
no buscó placer en carne propia
si
no lo halló en ajena?
¿quién
puede, a boca llena,
jurar
que en tiempos de hambre
no
echó sus credenciales a la inopia,
manola
tras manola,
con
tal de ir toreando la pesambre
de
no rascar ni bola…?
¿Quién
no sacó partido a su derecho
sexual
de autonomía,
tres
veces cada día
zumbando
hasta el desmayo?
¿Y
quién, por no explotar, mirando al techo
-palpándose
a escondidas-,
no
echó en el wc, de junio a mayo,
sus
ansias contenidas…?
¿Quién
no encontró en los fondos de sí mismo
-zurrando
la badana-,
la
senda hacia el Nirvana
y
el álgebra del goce?
¿Quién
puede renegar del onanismo
sin
ser un mentiroso?
¿No
dicen que el cariño lo hace el roce?
pues
ahí lo dejo, hermoso…
¿Quién
no se despertó cien mil mañanas
mojado
y con lo puesto,
con
ello todo enhiesto
sin
nadie que lo viera?
¿Quién,
preso de sus furias más marranas,
no
hurgose hasta el delirio
a
falta de alguien cerca que prendiera
la
llama de su cirio…?
¿Y
quién, cuando el futuro a pescozones,
cambió
por colgadura
lo
que antes fue piel dura,
no
puso el alma en venta
a
cambio de unas cuantas erecciones
con
que ir sobreviviendo
y
darle algún motivo a la parienta
de
no salir corriendo…?