Cómo extraño
el vaivén de tus pisadas
cada tarde en el pecho;
cómo extraño
el derecho
que perdí de abrazarte,
de absorberte el aliento a bocanadas
y morder tus entrañas…
hoy los astros se alargan intentando
ocultarte
como sombras extrañas.
Has dejado en tinieblas los rincones,
sólo queda tristeza…
la amargura tropieza
con el sol que abre el día
incapaz de encontrar explicaciones
a tu indómita ausencia;
cómo extraño
el murmullo de tu azul cercanía
que ensanchó mi existencia.
Desgranando el silencio te estirabas
por mi piel como un guante;
eras sólo un instante
y eras toda la vida;
cómo extraña
el espacio que ocupabas
cada cual de tus huesos,
y mi boca qué triste, silenciosa y
perdida
busca a ciegas tus besos.
Cómo cuesta entender que nada muere,
sólo cambia de plano…
que no hay llanto más vano
que el de aquel que no sabe;
no se pierde jamás lo que se quiere
como yo te quería,
sin embargo esta noche llora el cielo y
no cabe
más que abrir pronto el día.
He guardado en la tumba el cuerpo yerto
y en la casa tu estela;
he encendido una vela
y he aprendido a extrañarte;
la amenaza marrón del desconcierto
se atrinchera en mi mente
obligándome al ciego batallar de
olvidarte
mientras sigas ausente…