Cómo extraño
el vaivén de tus pisadas
cada tarde en el pecho;
cómo extraño
el derecho
que perdí de abrazarte,
de absorberte el aliento a bocanadas
y morder tus entrañas…
hoy los astros se alargan intentando
ocultarte
como sombras extrañas.
Has dejado en tinieblas los rincones,
sólo queda tristeza…
la amargura tropieza
con el sol que abre el día
incapaz de encontrar explicaciones
a tu indómita ausencia;
cómo extraño
el murmullo de tu azul cercanía
que ensanchó mi existencia.
Desgranando el silencio te estirabas
por mi piel como un guante;
eras sólo un instante
y eras toda la vida;
cómo extraña
el espacio que ocupabas
cada cual de tus huesos,
y mi boca qué triste, silenciosa y
perdida
busca a ciegas tus besos.
Cómo cuesta entender que nada muere,
sólo cambia de plano…
que no hay llanto más vano
que el de aquel que no sabe;
no se pierde jamás lo que se quiere
como yo te quería,
sin embargo esta noche llora el cielo y
no cabe
más que abrir pronto el día.
He guardado en la tumba el cuerpo yerto
y en la casa tu estela;
he encendido una vela
y he aprendido a extrañarte;
la amenaza marrón del desconcierto
se atrinchera en mi mente
obligándome al ciego batallar de
olvidarte
mientras sigas ausente…
3 comentarios:
Perdí a mi gato hace unos pocos meses... Te entiendo, compañero. Incluso escribí algo que no me atreví a publicar por (casi) vergüenza con la que está cayendo por el puto COVID.
Me atrevo a dejarlo aquí, espero que no te moleste, se titula Puertas cerradas:
Todas las puertas abiertas hablan de ti.
La de la pequeña galería
—donde la caja de arena—, sin embargo,
permanece casi siempre cerrada ahora.
Desapareció el cojín de la cocina
y los suelos de mármol
echan de menos pelusas y huellas.
Es silencio ahora cada mañana
y cada noche al acostarme.
Y ya no te nombro
y ya no me haces caso
(¿cómo podrías?).
Y no estás, y estás, y no estás.
Me pregunto ahora si tanto enfado
por tu incontinencia tuvo sentido,
si no fui demasiado intransigente,
si no debiera haberte acariciado
un poco más, rascar tus partes duras
(tu maltrecha columna, tu cabeza)
y una vez más, una última vez,
emocionarme con tu ronroneo.
Voy a cerrar todas las puertas
porque estás, porque no estás, porque estás.
Querido amigo, discúlpame por no venir antes. Este lugar es una tumba, por aquí no se acerca ni el sepulturero, así que lo tengo bastante dejado de la mano de Dios...
¿Pero cómo no has publicado esta maravilla de poema? Es verdaderamente sobrecogedor, cierto que quien no conozca lo que significa convivir con un gato no lo entienda, pero te juro que a mí se me han puesto los pelos de punta al leerte. ¿Y sabes una cosa? el último verso es una genialidad, porque está, porque no está, porque está... ya lo creo que está, por siempre a tu lado para toda la eternidad, de eso puedes estar bien seguro.
Te felicito sinceramente, primero por escribir tan bien, y segundo por saber amar tan profundamente. Los gatos jamás llegan a tu vida por casualidad.
Gracias por esta increíble sorpresa, amigo
Solo se me ocurre decirte... Un fuerte abrazo compañero!
Publicar un comentario