Dime, ¿hay mariposas en el cielo? ¿Cómo son las
casas? ¿De qué color es la felicidad? ¿Has visto a la yaya? Dile a mi padre que
su Maruja le está extrañando más que nunca, que está cansada, que ya son muchos
años de luchar contra el mundo sin su ayuda, que nos asista…
Cuando veas a Dios suplícale que me perdone –sé
que tú ya lo has hecho- por no saber sacarte a tiempo de entre el humo, por
perder la ocasión que me brindaste para servir de ayuda. Yo mientras tanto
subsistiré a la espera de que me digas algo…
¿Qué hacemos con tu casa? Está tan desolada…
los pintores van y vienen brocha en mano, tratando de devolverle un blanco ya
imposible, tratando de borrarle la sonrisa a la tragedia. Pero si tú no vuelves
jamás conseguirán hacerlo.
Amada tía Nieves, qué duro amanecer sin ti por
vez primera. ¿Cómo vamos a poder sobreponernos? Desde que abrí los ojos te
recuerdo cerca, siempre cerca… ¿Cómo es posible pasar de tener dos madres a
tener menos de media y no volverse loco?
Gracias por existir. Gracias por los “te
quieros” desde el alma. Gracias por nunca verme los defectos que por millares
guardo. Gracias por darte a todos sin esperar jamás a cambio nada (salvo besos
y abrazos, que eran tu único alimento).
Ahora, y en tanto llega el momento de volver a
vernos, vuela libre y dichosa por la avenida de la paz. Tienes alma de sobra
para sentarte al lado de Dios Padre…
POEMA DEL ADIÓS
Qué desgarro interior tan hondo siento.
Qué tristeza sin fin.
Qué sacudida.
De repente no estás.
Cruje la vida.
Se atragantan las
horas. Ronca el viento…
Qué ansiedad sin
control. Qué desaliento.
Cómo ruge en tu piel la
noche herida.
No soporto el dolor de
tu partida
ni este ciego y voraz
remordimiento…
Dios dispone los cauces
del destino
sin piedad ni
clemencia. Nada queda
tras de ti más que el polvo
del camino…
Queda un once maldito
de febrero,
aprender del dolor lo
que se pueda,
un ¿por qué? cuatro
rosas y un te quiero…
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